Historia de la Danza del Vientre



Origen de la danza del vientre (artículo de Haddad leila)
La danza del vientre tiene un origen tan incierto como discutido, siendo una de las danzas más antiguas del mundo, que combina elementos de diferentes países del Medio Oriente y Norte de África.
    Se cree que tiene su origen como forma de ritual pagano de culto a la fecundidad. Algunos expertos apuntan a Grecia para situar su surgimiento, concretamente en las danzas esotéricas practicadas como parte de los rituales de ofrenda a los dioses.
    En las antiguas culturas del Mediterráneo y el Asia Menor, se preparaba a las mujeres a través de esta danza, que trabajaba espíritu y cuerpo, principalmente los músculos del abdomen y la flexibilidad de la cadera. En Egipto alcanzó su máximo esplendor, por lo que suele señalarse este país como cuna de la danza oriental; las vírgenes eran instruidas en este arte como preparación para la fertilidad, y su práctica tomó un importante papel en la realización de los ritos religiosos. Otros ritos similares tuvieron lugar en Mesopotamia, Fenicia, Egipto, Arabia -donde la danza era considerada sagrada y no podía ser vista por los hombres-, Chipre y la India.
    Durante el s. IV d.C., el Cristianismo y el Islam pasaron a dominar el Medio Oriente. A pesar de adaptar ciertas ceremonias paganas, los rituales de culto a las diosas fueron destruidos y se trató de suprimir la existencia de las danzas femeninas relacionadas con la sexualidad y fertilidad.
    Sin embargo la danza persistió, aunque con connotaciones bastante más peyorativas, en países como Egipto, a través del trabajo de dos tipos de bailarinas: las ghawazee (gitanas), que bailaban al aire libre para público de baja clase social, y las awalim -más respetadas-, que actuaban en las residencias de los ricos.
    En los países árabes esta danza se denomina Raks Sharki -que significa Danza Oriental-. Su denominación "danza del vientre" fue acuñada por los europeos que en el siglo XIX llegaron a estos países y descubrieron un baile de estilo y movimientos totalmente diferentes a los de las danzas conocidas.
    En 1930, se abrió en El Cairo el Casino Badia, una sala de fiestas que comenzó a difundir la danza. Pronto ganó gran popularidad y se produjeron películas protagonizadas por bailarinas, que llegarían a convertirse en famosas estrellas de cine, como fue el caso de Tahia Carioca, Samia Gamal, Naima Akef y Nadia Gamal.
    La danza del vientre forma parte actualmente de la cultura de la mayoría de los países árabes, y se encuentra especialmente desarrollada en Egipto, Líbano y Turquía. Existe además, en Occidente, un creciente interés por este baile, que ha llevado a la apertura de escuelas y a la aparición de numerosas y prestigiosas bailarinas. Algunas odaliscas famosas de hoy son Fifí Abdú, Nagwa Fouad, Amani, Mona Said, Dina, Laila Haddad o Soraya Hilal.
Pese a lo común que es relacionar la danza del vientre con el mundo enigmático y exótico de los antiguos harenes, es importante resaltar su sentido como medio idóneo para propiciar la unidad entre el cuerpo y el espíritu, y como vía de exaltación de la parte femenina de los dioses, relacionada con la belleza, la intuición, la fecundidad y la concepción.
    Es aquí donde reside su diferencia respecto a otras danzas, y de donde radica su carácter contradictorio. El dualismo entre esoterismo y erotismo, y su simbolismo como máxima expresión de la divinidad femenina la convirtieron en objeto de mala consideración e infravaloración, pero también de inevitable atracción.

Características de la danza: los movimientos


La danza del vientre está basada en la idea de continuidad, de fluidez. Es por ello que predominan los movimientos suaves y ondulatorios, combinados con vibraciones cortas y rápidas o bien más grandes y marcadas. Es un baile en el que participa todo el cuerpo, aunque la mayor parte del movimiento se localiza en las caderas, los músculos abdominales y la pelvis. Se basa en la disociación de movimientos, aprendiendo a aislar las distintas partes del cuerpo para crear distintas figuras y ritmos, que más tarde pueden ser combinados para construir diversas composiciones.

    Para comenzar a trabajar, se corrige la postura: la espalda debe de estar recta, los hombros alineados con la cadera y la cabeza alta. La bailarina debe tomar conciencia del trabajo que va a realizar, y sentir que "crece", de forma que su cuerpo se prepara naturalmente y "gana altura". Este hecho es, evidentemente, más psicológico que físico, pero necesario para lograr una correcta concentración y realización de los movimientos.

    Empezando por la cadera, se aprende a aislarla del resto del cuerpo para crear figuras circulares. Después se trabaja el vientre como lo hacen los yoguis: jugando con el aire, para finalmente armonizarlo con el movimiento del cuerpo. Es importante lograr un movimiento "limpio" y puro, ya que será la base sobre la que creemos combinaciones y ritmos.

Además de las ondulaciones del torso, creando figuras como el camello, las caderas describen líneas rectas y símbolos del infinito (ocho y maya); los hombros describen olas o acompañan el movimiento con acentos, al igual que el cuello se mueve sutilmente, siguiendo el ritmo del cuerpo.




Los brazos y las manos son un elemento vital en esta danza: cuando no se trabajan específicamente deben estar siempre colocados en una posición armónica para no romper el equilibrio. El baile con los brazos abarca un enorme margen de posibilidades, y es tan expresivo que suelen limitarse los movimientos restantes, para que la atención no se disperse a otras partes del cuerpo -si bien no debe descuidarse la posición del cuerpo, y se puede acompañar el trabajo de las extremidades con movimientos de cadera, vientre o cuello-. El trabajo con las manos es muy elocuente; por medio de éste podemos transmitir diversos mensajes y reflejar distintas emociones.
La danza del vientre se baila con los pies descalzos, para facilitar la conexión con la tierra. Los pies, sin embargo, no toman el mismo protagonismo que en otras danzas: el paso es ágil y ligero, para facilitar desplazamientos y giros, aunque también se pueden marcar acentos. En variedades como la danza gitana o la tribal el trabajo de los pies se hace más presente.
    Por último, cabe destacar la importancia de la expresión del rostro, que puede culminar el trabajo corporal si se encuentra acorde con el mismo, o bien deslucirlo por completo, si es rígida y poco natural.
    La danza oriental desarrolla las posibilidades expresivas del cuerpo, de manera sutil y suave; no venciéndolo, sino pidiéndole su colaboración, lo cual genera un sentimiento de satisfacción y equilibrio.

Instrumentos utilizados
Las bailarinas de danza del vientre usan instrumentos rítmicos como acompañamiento: crótalos que marcan el ritmo, panderetas... También se usan otros objetos, como bastones, velos, sables, velas o serpientes. Éstos cumplen funciones mágicas y protectoras.
    En muchas culturas las serpientes están vinculadas a cultos antiguos y misteriosos. Es un símbolo complejo que representa los principios masculinos y femeninos, y también inmortalidad, en forma de la serpiente comiendo su cola. 





La danza en Egipto
Egipto, por su propia fuerza histórica, ha difundido entre sus vecinos sus descubrimientos artísticos. Conocemos el amor que profesaban hacia la música, y los instrumentos más utilizados por ellos eran el arpa, el rabel, los instrumentos de viento y los adufes. Sonaban para acompañar las fiestas de desbordamiento del Nilo, las celebraciones de la cosecha, las de la coronación, los desposorios y la circuncisión. La música de carácter funerario se debía a su creencia en lo efímero de esta vida, y en el segundo encuentro luego de la muerte, y la danza era la protagonista en estas celebraciones.
Se conservan bajorrelieves y pinturas en museos europeos que representan escenas de danzas. Hay algunos cuyo origen se sitúa en el Antiguo Egipto conde podemos apreciar la danza del vientre ligada a rituales festivos, muchachas cantando, golpeándose los muslos, danzando y chasqueando los dedos para seguir el ritmo de la música (costumbre que ha evolucionado hasta la utilización de unos pequeños instrumentos musicales que se colocan en los dedos y se chocan entre sí al son de la música, se denominan saggats o crótalos). Encontramos también en el museo de Brooklyn en Nueva York una muñeca de barro que muestra un movimiento de baile, y que se estima que pertenece al 4000 aC. Seguramente, esta pieza esté relacionada con ceremoniales míticos ligados a la magia que se utilizaban para alejar las enfermedades, la envidia y los espíritus malignos, con la ayuda de la danza. Esto abona la teoría de que probablemente existiera este baile aún antes de la época faraónica.
Con respecto a la mujer, existen pruebas del interés de la misma en este período por los adornos y el embellecimiento, que la condujo a fabricar joyas y collares de barro, a extraer de las piedras polvo para maquillar, a perfilarse los ojos con antimonio, a confeccionar pelucas de trenzas, a utilizar perfumes. Estos fenómenos, traducidos en las paredes de los templos y de las tumbas, demuestran el grado de refinamiento alcanzado por la mujer egipcia. Asimismo los antiguos egipcios conocieron el tatuaje, al que le conferían una dimensión religiosa muy especial, y se sabe que las bailarinas tatuaban a sus dioses (como el Dios enano Bes, ridículo y feo) en diferentes partes de su cuerpo para rendirles culto. Se han hallado incluso momias con restos de tatuajes que representan formas geométricas, peces que simbolizan la procreación, pájaros verdes relacionados con la paz, lunas crecientes de la fertilidad, etc.
Ya mencionamos anteriormente, que se ha demostrado que los orígenes de la danza del vientre se remontan a la antigüedad en Egipto. Ahora bien, Shokry Mohamed nos cuenta en su libro “La mujer y la danza Oriental” que gracias a los restos arqueológicos, pinturas, etc, se ha deducido que en sus cimientos, la danza podía dividirse en cuatro grupos: las sagradas, las laicas, las oficiales y las populares.
Las danzas sagradas eran las que se organizaban en honor a algún dios. Cuando se celebraban fiestas religiosas, las bailadoras realizaban juegos acrobáticos, realizando entre todas formas geométricas.
Los bailes laicos se organizaban, al contrario, en el seno social (bodas, banquetes, fiestas para recordar a los muertos y mantenerlos alegres en sus tumbas, etc.)
Las danzas oficiales estaban a cargo del rey o sus súbditos religiosos, sacerdotes y sacerdotisas y en general giraban en torno a un gran dios; en estas danzas actuaban enanos, con la función de recordar al ya mencionado dios Bes.
Las danzas populares o civiles eran las que se celebraban en palacios y casas, que eran ejecutados por hombres y mujeres que estaban al servicio de los señores de las grandes mansiones.
Es importante destacar que existía una danza llamada “la estrellada”, la más antigua del período faraónico, una danza de templo, con movimientos circulares en torno a la piedra sagrada de los sacrificios, pues se pensaba que dicha piedra representaba al sol, eje del universo y de los astros. Se podría sugerir de las danzas sufíes actuales son una prolongación de aquellas, teniendo la finalidad éstas últimas de entrar en trance.


La danza en la era copta y en la era musulmana
Se han hallado diversos tipos de danza representadas en los restos arqueológicos coptos, entre los más importantes encontramos varios tejidos de lana, datados en el primer siglo de la era cristiana. En ellos aparecen mujeres ejecutando un tipo de baile con un marcado estilo griego.
Más tarde, durante la era musulmana, la danza se tornó más estricta, evitándose la desnudez de los danzantes, era una danza menos “provocativa”. Después de este período se dificulta el seguimiento los estadios de la danza de oriente; se dejó de escribir acerca de ella, retornado a los libros recién para los siglos XIII y XIX, fundamentalmente en las descripciones de los extranjeros que viajaron a Egipto por aquellos años. Luego, nuestro arte siguió camino hacia su degradación, ya que incluso lo escrito durante el S XIX considera a la danza como algo vergonzante, de mal gusto.
Con respecto a las danzas coptas, existen pruebas fundadas en imágenes de templos y tumbas de que la danza del vientre aún se seguía bailando en el período estudiado, es decir, hay influencia de los bailes faraónicos en este lapso. Estas pruebas nos permiten considerar que se trataba de una danza sumamente rica, con aspectos contradictorios y complementarios, pues se oscila entre una incitación al libertinaje (la desnudez por ejemplo) y representaciones de ritos funerarios, incluyendo lloronas en dichas celebraciones. Se añade a lo anterior el alicante del rasgo mágico en ciertos retratos, con bailarinas convulsionándose y retorciéndose al son de los panderos, los adufes y los crótalos, para reencarnar en un nuevo cuerpo. Y por último, se percibe la presencia de equilibristas en diversas clases de fiestas. Por consiguiente, deducimos que es muy probable que estas manifestaciones se deban a la intención de respetar antiguos ritos religiosos que todavía permanecían vivos.
En el período musulmán encontramos bailes más sobrios, una serie de danzas tradicionales mixtas, con vestimentas poco exuberantes y movimientos delicados. Sin embargo, a su vez, existieron al mismo tiempo otras escuelas de danza que enseñaban una danza vacía, abocada a la mera excitación de los sentidos.

Intercambios con otras regiones
La danza del vientre no es estática, está sujeta al dinamismo del hombre, por lo que sabemos que viajó con las esclavas que iban de oriente a occidente y viceversa, y siguiendo las conquistas musulmanas llegó hasta Al Andaluz. Tanto la danza como la música y la poesía se transmitieron en los palacios de Granada, Córdoba y Sevilla. Aclaremos que durante este período hubo un fenómeno de intercambio cultural entre Egipto, Bagdad y otras ciudades andalusíes.
Además, las repercusiones de la cultura egipcia sobre civilizaciones mediterráneas como la griega y la romana alcanzaron todas las facetas del arte, y la danza no estuvo sólo no estuvo excluida, sino que fue una de las más destacadas. Del mismo modo, la danza del vientre se vio afectada por matices de otros pueblos, ajenos a ella en sus orígenes. Así, contiene elementos africanos (a raíz de la ocupación etíope del sur de Egipto), otros persa, macedonios de la época de dominación griega, e incluso beréberes (los magrebíes y beduinos llegaron en repetidas oleadas migratorias), sin olvidar a los árabes, turcos somalíes u otomanos y mamelucos. De todas formas, estos aportes no atentan contra los antiguos orígenes faraónicos de la danza, sino que la abonaron para que posteriormente surgieran otros estilos.

La danza llega a Occidente
Muchos aspectos de la danza oriental fueron llevados a Occidente durante el S IXI, mediante cuadros y esculturas de la autoría de artistas occidentales inspirados en estos singulares movimientos, y sobre todo en la atmósfera generada en torno a estas manifestaciones; la existencia de bailarinas en el harén, los mercados y los baños públicos era inusual para los pintores e investigadores occidentales, que provenían de un continente donde el baile se contemplaba en escenarios. Así, el público occidental se fascinó con la danza, y este hecho generó un marcado incremento en el turismo , a la vez que el deseo de mujeres europeas, latinoamericanas, norteamericanas y japonesas de aprender a sentir la magia de este baile, y de todo lo ligado a él, como el canto, los tatuajes, la novela, los perfumes y los cosméticos orientales; y en muchos casos numerosos grupos de mujeres interesadas han viajado a Oriente para embeberse de toda esa cultura y para tomar clases con profesionales nativos, apuntando luego a divulgarla en sus países de origen. A su vez, los pintores y escritores orientalistas incluyeron en sus obras el análisis del baile, el canto, el idioma y las costumbres de la mujer oriental desde la Antigüedad.

La esencia de la danza y sus desvíos

La clave que permite reconocer a las auténticas bailarinas es la expresión del cuerpo, su capacidad para establecer una comunicación anímica entre su ejecutante y los espectadores. Hay un palpable valor espiritual que puede trasmitirse a través de esta danza: la danzante puede exteriorizar cualquier sentimiento sin gestos o insinuaciones grotescas. En su danza están encerradas la profundidad de los proverbios y las mayores paradojas: dolor, amor, esperanza, alegría, reto, liberación y gritos de libertad, el amor y el odio hacia el hombre oriental, la tristeza, la alegría, la inocencia, la rebelión, la docilidad, el perdón, el rencor, los celos.
Las bailarinas genuinas consiguen la brillantez sin enseñar todos sus encantos, cuanto más real es su manera de bailar, más directamente llegará al público. La exagerada actuación no es para nada beneficiosa para el mantenimiento de la fidelidad hacia la naturaleza de esta danza, aunque sí tal vez para aquellas ejecutantes que persiguen objetivos exclusivamente monetarios sin reparar en que su baile responda a los valores espirituales de la danza del vientre.

Tanto la danza oriental como la occidental se condicen con la psicología y la cultura de los pueblos a los que pertenecen. El baile moderno occidental es muy repetitivo e insiste en los mismos movimientos muy rigurosamente, la danza oriental se basa en una expresión danzada mezclada con los sentimientos, produciéndose si la bailarina está realmente inmersa en la música una hipnosis que la envuelve a ella y a su público. Sin embargo, hay bailarinas que se consideran profesionales, pero que son un insulto a la belleza de la danza, que bailan altaneramente, o se aceleran sin reparar en el ritmo musical, o se obsesionan con su apariencia. Por suerte, existen muchas bailarinas que honran la danza, transmiten dulcemente la hermosura de los movimientos y la profundidad de los sentimientos que afloran en una presentación; siendo posible aún que sin traje y al son de cualquier música logren efectos igualmente asombrosos.

Bibliografía:
  • MOHAMED Shokry, Introducción; La danza en la antigüedad; La danza en el período faraónico; La danza en diversas épocas, La mujer y la danza; Otras danzas, EN: La danza Mágica del Vientre, Mandala ediciones.
  • MOHAMED Shokry, Introducción; La mujer y la vida; La danza oriental antigua; La danza oriental según la visión de Occidente, la danza del vientre EN: La mujer y la Danza Oriental, La Danza Mágica del Vientre II, Mandala Ediciones.




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